En los próximos meses se inaugurará un nuevo centro del Instituto Cervantes en la ciudad de El Aaiún, en atención a los reclamos de los padres de alumnos en la (ex-Provincia española) del Sahara, según narra en una confusa referencia el diario El País del 14 de diciembre.
Con el aula Cervantes de El Aaiún, “se abrirá la enseñanza sin límite de edad”, asegura el director del Instituto, Víctor García de la Concha, empalmando seguidamente que El Aaiún no es la única ciudad con habitantes del Sahara donde al Cervantes le gustaría estar presente.
Del centro de El Aaiún se viene conversando desde varios años pero a los españoles, como es habitual en ellos, les cuesta mucho trabajo actuar. El secretario general del Instituto, Rafael Rodríguez-Ponga insiste en el motivo: “también” Tinduf, en Argelia, cuenta en los planes del Cervantes.
Para Tinduf, el inconveniente es encontrar “la formula”. Si el aula de El Aaiún, dependiendo del Cervantes de Rabat, no crea problema, la gestión de un centro en los campamentos depende del Cervantes de Argel. Eso levanta ampollas. En Tinduf, admite Rodríguez-Ponga, “aún no tenemos la fórmula” porque allí “es más complejo desde el punto de vista operativo”.
“Una cosa es la ciudad y otra los campos de refugiados con sus acogidos de las zonas conflictivas del Sahara, donde querríamos mantener algún tipo de actividad », desliza el cervantino. Decir las cosas con claridad y por su nombre es algo del que se carece en ciertas circunstancias. El desconcierto de los directivos del Instituto Cervantes es mucho más que simple semántica.
(*) Periodista especializado en temas iberoamericanos