Tras firmarse el « armisticio de Compiegne » en noviembre de 1918 bajando el telón sobre una de las etapas más sangrientas de la historia, la Primera Guerra Mundial, los países vencedores (Francia y Reino Unido) apostaron por la creación de una Organización Internacional para dirimir disputas entre naciones y evitar posibles futuros conflictos, y fruto de ello nació en Ginebra la « Sociedad de Naciones » el 28 de junio de 1919. Fue la primera organización internacional y la precursora de las Naciones Unidas que se propuso establecer las bases para la paz y la reorganización de las relaciones internacionales una vez finalizada la sangrienta contienda en el viejo continente.
Operó con relativa normalidad durante una década, pero con la notable ausencia de una potencia emergente tan importante en la esfera internacional como lo eran los Estados Unidos, hasta que en 1929 « La gran depresión » precipitó un desequilibrio que debilitó el Orden mundial vigente y neutralizó en la práctica a la Organización en cuestión.
La muerte clínica de « La liga de Naciones » llegaría con los primeros cañonazos de Hitler contra Polonia, pero su « acta de defunción » no se expediría hasta el nacimiento de su sucesora y heredera (la ONU) justo después de finalizada la 2 GM. La sede y los archivos de Ginebra pasarían a depender del edificio Rockefeller de Manhattan.
El comienzo de la Guerra en Ucrania en febrero de 2022, tuvo un efecto paralizante sobre la ONU al estar directa o indirectamente implicados en ella la mayoría de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, parecido al que tuvo « La gran depresión » sobre su antecesora. Es prácticamente imposible en estas condiciones conseguir que los miembros con derecho a veto puedan ponerse de acuerdo sobre decisiones trascendentales y eso condena a la Organización a limitar drásticamente su operatividad.
La decisión tan politizada como absurda del T.P.I. contra Putin, el recurrir a decisiones no vinculantes de la A.G. ante la imposibilidad de hacerlo en el Consejo de Seguridad y las amenazas de expulsar a miembros permanentes de este Consejo son síntomas inequívocos del comienzo del resquebrajamiento del orden mundial tal y como lo conocemos y por ende de su máxima expresión institucional, la ONU.