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Tesoros inesperados: La amistad de ami Layachi

Reflexión

La historia que quiero compartir hoy en mi columna diaria gira en torno a una de esas personas especiales en mi vida, Ami Layachi.

Hace algunos años, cuando abrí mi óptica en este tranquilo barrio de Rabat, no tenía idea de la riqueza de conexiones que me esperaban. El negocio fue un sueño que perseguí con pasión, y rápidamente me vi sumergida en una rutina diaria de exámenes de la vista, monturas y lentes. Sin embargo, el destino tenía preparada una sorpresa en forma de un octogenario vecino que se convertiría en un pilar fundamental en mi vida.

Ami Layachi, con su cabello blanco y su sonrisa amable, se convirtió en uno de mis clientes más leales desde el primer día que abrí la óptica. Siempre estaba ahí, con historias de su juventud y sus sabios consejos sobre la vida, que eran tan valiosos como cualquier lente que pudiéramos ofrecer en la tienda. Durante los primeros años, nuestra relación se limitó a discusiones casuales sobre gafas y problemas de visión, pero con el tiempo, se convirtió en mucho más que eso.

Un día, mientras yo estaba ocupada con un cliente, Ami Layachi entró en la óptica con un pequeño cuaderno en la mano. Con un brillo travieso en sus ojos, me dijo que quería compartir una de sus historias conmigo. Le dije que estaba ocupada, pero él insistió. « Solo tomará un momento », prometió con su característica paciencia.

Así comenzó una tradición que perdura hasta hoy. Cada semana, Ami Layachi venía con una nueva historia que había escrito sobre su vida, su familia o su experiencia en Rabat. Sus relatos eran pequeñas joyas de sabiduría y humor, a menudo llenos de personajes pintorescos y anécdotas entrañables. Me di cuenta de que este anciano era mucho más que un cliente; era un amigo y un mentor que me enseñó sobre la importancia de encontrar la belleza en lo cotidiano.

Así que aquí estoy, escribiendo esta historia para honrar a Ami Layachi, un hombre cuya amistad y escritura han iluminado mi vida de maneras que nunca habría imaginado. En el trascurso de la vida, a veces el destino nos regala tesoros inesperados, y Ami Layachi es uno de esos tesoros en mi camino, un testimonio de que la verdadera riqueza está en las conexiones humanas y en las historias que compartimos. ¡Hamdulilah!

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