La trágica muerte de Fikri ,el pasado viernes, además de una tragedia, es el ejemplo vivo de que en Marruecos se impone la necesidad de un gran pacto nacional contra la corrupción y abuso de poder, un ejercicio que requiere de madurez, renuncia a intereses partidistas y personales y como no, desterrar el oportunismo, que no solo se asoma en la clase política, sino también en gran parte de la paupérrima sociedad civil y algún que otro descerebrado filonacionalista.
La ausencia de algunos, el silencio de otros y la sobreexposición por parte de otros, creo, en mi humilde opinión, que denota cierto oportunismo y desnaturaliza el fondo de la cuestión, que no es otro que la exigencia de justicia y la erradicación de prácticas abusivas que tiene su base en la corrupción.
Nadie, meridianamente decente, cuestiona la necesidad de una transformación política en Marruecos, transformación que nunca debe ser al calor de ningún momento determinado, porque la experiencia nos dice que todo cambio parte de la serenidad, de la reflexión y el consenso, algo imposible cuando se actúa con vísceras y sentimientos, tampoco creo en la eficacia de actuar animado por la repercusión mediática que un tema pueda suscitar, porque o bien es interesada o a corto plazo decepciona.
Las reacciones a la trágica muerte de Fikri deben servir, principalmente, para que se haga justicia, erradicando el mal desde la raíz, pero sin la utilización de cabezas de turcos. Es un buen momento para que esta nueva legislatura arranque con una mesa nacional en la que fuerzas políticas, sindicatos y entidades asociativas aborden el futuro de Marruecos, con serenidad y cambios razonables y serenos, trabajar por una sociedad, que preservando aquellos valores inherentes a la sociedad marroquí, sean compatibles con la libertad y una democracia genuina y compatible con el acervo cultural marroquí, sin duda, un cambio que ha de contar con el patrocinio de la monarquía como elemento cohesionador, pero limitando la excesiva influencia de algunos de sus asesores.
El caso Fikri no debe ser pretexto para nada ni para nadie, ni para la reivindicación de identidades, ni para la posición de partido ni organización alguna. Que paguen los culpables, que se depuren responsabilidades y que se castiguen los excesos, pero también inhabilitar a quienes ofendan y atenten contra la dignidad de las personas y colectivos, sea desde una manifestación, un escaño o una mezquita.
Abderrahman Benyahya
Asociación Musulmana de Melilla
Carlos Ramirez de Arellano, 4 1ºA
52004 MELILLA