Campamentos argelinos de Tinduf: Donde están los rehenes?
Desde hoy consagramos “Fin de trayecto” a un ensayo de Mahfud Ould Sid Bih* quien, por obvias razones nos ha pedido omitir su verdadero nombre y el lugar de donde corresponde con nosotros, prometiendo revelar su identidad « cuando sea libre » ha hecho el honor a infomarruecos.ma/conacentomarroqui.blogspot de confiarle su primer ensayo.
Hoy primer episodio.
La verdad no recuerdo donde nací, desde que tengo uso de la razón solo recuerdo Cádiz, llegué
allí con año y medio, criado con una familia gallega que residía en Chiclana, mi familia, la que me
despertaba cada día, desayunaba con mis hermanas españolas y me llevaban al colegio con mis
amigos españoles, en fin, simplemente uno más, uno más del barrio, uno más del pueblo.
Nunca sentí diferencia alguna, mi cuarto lo tenían decorado con fotos del desierto y me
explicaban que yo venía de allí, de algún modo lo entendía, pero no me identificaba con aquella
idea, cuando me miraba al espejo tan solo veía que mi piel era un poco más morena que la
del resto de mi familia, pero nada más, aquel desierto se veía tan lejano tan diferente que
simplemente no tenía nada que ver conmigo.
Fui creciendo y aventurándome en la vida, experimentando la adolescencia, conociendo el
mundo, conociendo el amor, cometiendo mis errores y disfrutando las alegrías, como todos
aquellos de mi edad que me rodeaban, simplemente uno más.
Empecé a trabajar, a conocer el sacrificio, las clases sociales, empecé a entender que el tipo de
trabajo que tendría definiría mi estilo de vida, desde luego observando a la gente que me rodeaba
en mi entorno laboral no quería que mi vida se desarrollara así.
Lo medité con mi padre, si con mi padre el español, él era comandante de navío de la armada
española, juntos llegamos a la conclusión de que el ejército sería una buena opción, con sus
contactos podría tenderme una mano y conseguirme un buen puesto sin mucho sacrificio.
Fuimos juntos a la inscripción, y en la oficina de ingreso saqué mi NIE, con el cual había vivido
toda mi vida como el resto de los españoles. Una agradable señora con pelo rubio platino y
unas gafas que le daban aspecto de intelectual, recogió con amabilidad mi documento de
identificación, le dio la vuelta y me comentó » lo siento, pero si no tiene nacionalidad española o
proviene de un país de habla hispana no puede ingresar ».
Sin saberlo, aquella mujer fue el verdugo de mi realidad, estaba desconcertado no sabía como
reaccionar; recogí mi NIE, le di las gracias y me fui. En la salida, mi padre notaba la expresión de
mi cara atónita y me invitó a tomar un café, él sabía que tendría responder muchas preguntas aquella mañana.