DR. JORGE BERNABÉ LOBO ARAGÓN
Escritor (Argentina)
En esta Semana Santa a pocos días de Pascuas de resurrección que las mayores luminarias del cielo, el sol o la luna de pronto desaparezcan o cambien de lugar con tanta naturalidad, son acontecimientos fascinantes que nos indican sobre el misterio insondable de la creación y del Salvador. Obra espléndida, maravillosa, perfecta, solamente concebida por la mano de Dios, nos da la idea de lo de lo absoluto de lo perfecto, de lo perpetuo y perdurable. Este pez volador, mote con el que me bautizó mi musa por mis atributos de surcar los vientos y mares en una bilocación constante ha percibido en cuerpo y alma en este tiempo florido la maravilla del firmamento eternal. Muchos interpretarán, que son visiones, entre sueños que se presentan en mi imaginación. No obstante, mis observaciones y escritos van demostrando en el tiempo que mis alteraciones astrales son fruto de algo superior y seráfico. Es que muy pocos pueden comprender el privilegio divino de acariciar o palpar el infinito por la gracia de Tata Dios. Cómo, de pronto, al instante sin espacio de tiempo te encuentras en tu nido cósmico, observando el prodigio espectacular, asombroso de un eclipse. Que además esos fenómenos celestes, estén ligados y unidos de manera perenne a los ciclos de la vida y de la naturaleza en su totalidad. Pero el milagro celeste y espacial que se vislumbra en esta semana bendita desde el otero del espacio cósmico es colosal. El suceso astronómico y galáctico que vislumbro es como una rueda hacia la eternidad. Un redondel perfecto de armonía que ni el hombre todavía puede estropearlo. Platón y otros sabios a los que durante siglos consideramos con respeto sostenían que las órbitas eran circulares. ¿Cómo no iban a serlo si el círculo es la más perfecta de las figuras? En ese sentido soy un elegido ya que como un cordel luminoso y extraordinariamente elástico puedo dimensionar lo maravilloso de la bóveda celestial. Rastrear en mi vuelo a través de la vía láctea los movimientos imperceptibles de los planetas y la posición inferida del sol. Acariciar los corales lumínicos que casi se tocan para ser una imagen continua desde la tierra. Es lo grandioso y extraordinario del infinito y de este universo que representa lo inmutable, lo supremo, lo inconmensurable. Existe sin duda en esta semana predestinada un extraordinario movimiento en donde toda la naturaleza parece sentir una emoción de júbilo. Los seres inanimados revelan un palpitar distinto bajo una luz intensa que presagia la iluminación eterna. Las flores levantan sus corolas, las plantas con nuevo verdor acarician suavemente los árboles que en un vigor nuevo esparcen sus fragancias y perfumes. He visto brotar fuentes de agua desde la tierra hacia el firmamento y una estela luminosa que aumentaba sin cesar en claridad. En el espacio azul se percibe un movimiento, extraordinario de glorias celestiales que se acercan a la tierra y una fuente abundante de agua cósmica brota en el silencio del espacio, elevándose hacia el Padre, anunciando que el verbo se hizo carne y se elevara hacia el Altísimo para alumbrar definitivamente al universo y a la humanidad. GOZOSA SEMANA SANTA. FELICES PASCUAS.