Desde hace más de tres semanas nadie conoce el paradero del jefe de la organización criminal Daesh, Abi Bakr El Bagdadi ni sus lugartenientes ni todos los “comandantes” del horror extranjeros (mercenarios).
La buena noticia es que esto anuncia el comienzo del fin de la banda terrorista. Las sucesivas derrotas a pesar de todos los apoyos occidentales en Mosul y en Alepo y la desbandada en, prácticamente todos los frentes en Irak y en Siria, parecen haber obligado a la cúpula terrorista de comenzar a buscar refugios seguros, al amparo de los arrestos, y los posteriores interrogatorios, investigaciones y revelaciones.
La mala noticia es que, el mando militar iraquí en Ninui, provincia a la que pertenece Mosul afirma no conocer como pudo tanta gente abandonar la segunda ciudad del país sitiada desde hace casi un mes “sin un potente servicio logístico exterior”. La alusión es a Estados Unidos porque ninguna otra potencia tiene posibilidades de llegar hasta allí.
Se habla ahora de Rikka, la autoproclamada capital del Estado del horror, en Siria, pero fuentes concordantes afirman que tanto el cabecilla como sus próximos colaboradores han sido puesto fuera de toda tentativa de captura.
¿En algún portaviones? O incluso en Washington. No. Turquía está cerca y las idas y venidas de altos mandos americanos a Ankara durante los últimos días pueden constituir un elemento de explicación de esta misteriosa “desaparición”.
Daesh puede desaparecer no así otras bandas terroristas en Siria. En Damasco y en Bagdad no se oculta un exagerado escepticismo en cuanto al desenlace final de esta lucha contra el terrorismo.
Con razón…
Porque el terrorismo no es solo Daesh. Lo hay peor